Cienciología Neopets

La Cienciología nació en la década de 1950, pero su mayor auge no llegaría hasta la intersección de los ’90 y el Y2K. Una época marcada por las secuelas de Waco y donde, gracias al aún existente pánico satánico, la palabra “secta” se usaba a la menor provocación.

La humanidad añoraba el futuro que creía tener a la vuelta de la esquina, mientras los niños jugaban con Pokémon que iglesias quemaban en piras inquisitoriales, al ritmo de música en Walkman y pitidos de Tamagotchi.

Y aquí, justo aquí, dará comienzo nuestra historia de hoy. Hoy hablaremos de religiones, consumismo y delirios de grandeza.

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana: La Cienciología

Muchos años antes que celebridades como Tom Cruise popularizaran esta misteriosa religión, que en sus propias palabras busca la libertad y la verdad (e irónicamente ha sido centro de escándalos por la naturaleza restrictiva y poco clara hacia sus adeptos), la Iglesia de la Cienciología (o Church of Scientology) tuvo sus inicios en tiempos más sencillos y soñadores.

De la pluma de Lafayette Ronald Hubbard nacerían múltiples novelas de fantasía y ciencia ficción. En 1982, por ejemplo, escribiría Battlefield Earth, su Opus Magnum, para muchos.

Tal vez te sea familiar por su adaptación al cine, protagonizada por John Travolta (también Cienciólogo), y que inspiraría a Roger Ebert, uno de los más afamados críticos de todos los tiempos, a decir lo siguiente:

“…será un referente cómico para las malas películas por años.”

Pensaba usar esta producción para ilustrar la ideología de esta religión, pues fue ahí precisamente donde la plasmó de forma más clara, pero digamos que… mi opinión no dista mucho de la de Ebert.

La Cienciología podrá tener “logía”, pero no “ciencia”

Lo anterior, más que una crítica, es una precisión.

Ron Hubbard alcanzó un alto punto de fama, prestigio y éxito gracias a la dianética, un sistema que pretendía ser una nueva manera de abordar la salud mental, por medio de la psicología. Esto último según sus propias palabras, pues han sido múltiples los estudios desde publicaciones indexadas en psicología que demuestran la ausencia de resultados de sus métodos.

Curiosamente, su primer texto al respecto, fue publicado en nada más y nada menos, que una revista de ciencia ficción.

Sea como fuere, el éxito que produjo la dianética en sus lectores sería interrumpido cuando Hubbard perdió los derechos sobre este sistema. Detalle que no lo detuvo, al darle un giro inesperado y transformarla en una religión, mezclándose con sus propias obras de fantasía y adoptando un nuevo nombre:

Cienciología.

Así es. Su nombre nunca derivó de “ciencia”, propiamente, sino de “ciencia ficción”, la cual fue su cuna e inspiración. Además, la dianética nunca ha sido considerada una ciencia, sino una pseudo ciencia.

Nada de lo cual fue inconveniente para sus adeptos, quienes tras su muerte la llevarían a ser una de las religiones más sonadas en la farándula de las décadas por venir.

El amor por lo artificial

Dejemos ahora la época de 1950 y a Ron Hubbard para hacer un salto en el tiempo. Cosa que Ron hubiera amado, estoy seguro.

Permíteme ahora introducirte a dos temas que amo, antes que volvamos con la Cienciología, todo a su tiempo:

El final de los ‘90s y las mascotas virtuales.

Aunque lo último suene como un concepto futurista o de ciencia ficción (cof cof) fue todo un ‘hit’ durante esta época, especialmente tras uno de los mayores inventos que, de la mano de Bandai, vio la humanidad en 1996: Tamagotchi.

Mi generación los amó, al igual que yo (de hecho, hasta la fecha los colecciono), pero tal vez suene ajeno a lectores de diferentes contextos. Diré que los Tamagotchi eran un dispositivo de plástico, con forma de huevo (de ahí el nombre) y protagonizado por una pantalla led, en donde “vivía” un pequeño ser digital.

Este “animal” podía interactuar con el usuario, comer, jugar, crecer, vivir.

Muchos niños solíamos llevarlos con nosotros y, aún si sólo eran pixeles en una pantalla, para nosotros eran casi un ser vivo. Los queríamos, los cuidábamos, nos importaban. Para nosotros, no eran sólo “algo”. Eran ALGO.

Y este amor era un sinónimo de la década que terminaba. El 2000 se acercaba y el 2000 era sinónimo de “futuro”. La humanidad, como nunca, estaba obsesionada con el avance, con el inicio del internet masivo, con las cosas nuevas y los autos voladores que, seguramente, ¡estaban por venir!

Bueno, yo del pasado… eso no ocurrió. Pero continuemos.

De Religiones de Plástico, Animales de Silicio, la Cienciología y el Marketing

Los delirios de grandeza de la humanidad estaban ahora alimentados por el silicio. Teníamos internet, cada vez más internet, y las ideas parecían globales.

Ya no nos contentábamos con nuestras ideas, pues podíamos alimentarnos de las de personas a miles de kilómetros de distancia. Puede que el 2000 no tuviera autos voladores ni viajes en el tiempo, pero el 2000 tenía el internet y no estábamos dispuestos a dar marcha atrás.

Por un lado, no teníamos que limitarnos a un Tamagotchi en nuestro bolsillo. Podíamos tener múltiples mascotas virtuales, ahora en la red, que interactuaran con millones de mascotas de otros usuarios.

Es así como nació Neopets, también conocida como “una de las mejores cosas que ocurrieron en el 2000”, o “una de las páginas en las que más tiempo gasté en mi niñez”. De hecho… aún tengo una cuenta activa en el sitio. Esa fue mi confesión de hoy.

Por otro lado, las religiones más futuristas, como la Cienciología, tampoco se iban a quedar atrás. Lejos ya de ser un nicho de lectores de ciencia ficción y amantes de la autosuperación, ahora contaban con su influencia directa en Hollywood, de la mano de múltiples celebridades que habían tomado estas creencias.

En el año 2000, el gobierno de Francia reconoce la existencia de la Cienciología. Suena como algo bueno, excepto porque la reconoce como una “secta” e incluso, en un informe, recomienda su prohibición. En Bélgica pasaría lo mismo, mientras que en Suiza, también en el 2000, se le dejaba de reconocer como religión para considerarse de carácter comercial.

Pero, ¿qué no lo era en esta época? Era una época en que mascotas y religiones eran plásticas y de silicio.

Ahora sí: ¿Cienciología y Neopets?

El auge de Neopets fue mayor de lo pensado. A través del mundo, niños, adolescentes y adultos criaban mascotas virtuales, en un entorno colorido y amigable, mientras competían o conocían nuevas personas.

Su éxito fue como pólvora, y lo que antes fue un proyecto de garaje de Donna Williams y Adam Powell, durante los dos últimos meses de 1999, en el 2000 y años posteriores sería un moderadamente grande imperio de entretenimiento. Ahora no sólo había pixeles en pantallas, sino peluches e incluso juguetes en la Cajita Feliz.

Tal crecimiento requería cantidades crecientes de inversión y administración. Williams y Powell no tenían experiencia en una industria tan grande, por lo que dieron su salto a convertirse en una corporación, de la mano de expertos en la materia.

Sí, los expertos son quienes imaginas.

La Cienciología después de Hubbard

Al otro lado tenemos a la Iglesia de la Cienciología. Para estas alturas Hubbard había fallecido, pero su legado se había solidificado en una corporación multimillonaria. La iglesia había emprendido ahora un agresivo plan de expansión y marketing.

Haber permeado a Hollywood y añadir a sus filas a muchas de las personalidades más famosas del momento era sólo el principio. Sus iglesias se levantaban alrededor del mundo y su imagen había dejado de aludir a la ciencia ficción, para apuntar a lo que cada persona de la década del Y2K quería ver: Una religión basada en la ciencia, el espacio y apuntando al futuro.

Como ya vimos, carecía de todo lo anterior, al haberse fundamentado en historias de los años ’50, pero esa es, justamente, la magia del marketing. Y en medio de sus esfuerzos por financiar su proyecto, terminarían invirtiendo en una de las compañías más interesantes del momento: Neopets.

¡¿La Cienciología adoctrinó a los niños?!

Por más que este artículo ha sido crítico hacia esta religión, la verdad es que, cuando la noticia del dinero de la Cienciología en las arcas de Neopets salió a la luz, sonó más trágico de lo que realmente era.

Hay que entenderlo, y la razón de este escándalo está precisamente en los ‘90.

Los términos “secta satánica” y “mensajes subliminales” eran la manera más rápida para que un padre de familia viera una pantalla. La intrusión de la animación japonesa a las pantallas americanas fue repelida por un frente de religiosos y nacionalistas estadounidenses, quienes no escatimaron esfuerzos en circular rumores sobre el “satanismo” que “inundaba” el entretenimiento para niños.

Lo cierto es que el uso de cierta simbología religiosa, mística o hasta ocultista por parte de cualquier obra de ficción, no involucra necesariamente la intención de adoctrinamiento. Puede existir para colaborar con el tono, narrativa o hasta diversidad estética, pero nadie quería pensar en esto en los ’90.

Por otra parte, y como en múltiples ocasiones se aclararía desde las directivas de Neopets, la financiación de personas involucradas en la Cienciología sí existió. Incluso, el CEO de la compañía encargada de tomar las riendas de esta explosión, era Cienciólogo.

Pero eso mismo podemos decirlo de una enorme parte de la industria del entretenimiento de la época. La pregunta real debería ser otra:

¿Hubo un esfuerzo para adoctrinar niños a esta religión desde Neopets?

En favor de la verdad, aún si esto represente menos morbo, la respuesta es que no.

La financiación no fue tan grande y no tenían control creativo sobre los contenidos. Se dice que en una ocasión intentaron dar charlas de Cienciología a los empleados de la empresa, lo que resultó en que los creadores del sitio, quienes hasta ahora desconocían la existencia misma de esta religión (no los culpo) indagaran al respecto.

Y eso, justamente, daría por finalizada la relación entre ambas partes. Ouch.

Por más que hoy en día pudiera sonar lógico que una religión tan controvertida y con estrategias tan agresivas de marketing quisiera utilizar un sitio como Neopets para sus propios fines, la verdad es que existe nula evidencia al respecto.

Fueron muchos los medios que esgrimieron titulares sensacionalistas y personas que intentaron prender de nuevo sus antorchas, pero incluso desde las directivas del sitio, la comunicación al respecto fue muy clara y concisa.

Curiosamente, esta conexión saldría a la luz años después del ‘boom’ de Neopets, que aún sigue activa, pero ahora parece un pequeño museo de la estética, ingenuidad y ansias de grandeza que trajo para la humanidad el glorioso año 2000.

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