Cleopatra Alquimia

Cleopatra fue una de las más influyentes e innovadoras alquimistas de la antigüedad. Hoy vamos a hablar de alquimia, simbología y su contribución imperecedera a esta escuela de pensamiento.

En anteriores columnas para ElVerbo he hablado sobre alquimia. Desde sus conceptos más básicos y cómo comenzar a entenderla (puedes tocar aquí para leerlo), como de su relación con el Rosacrucismo. Tangencialmente ha estado relacionada con casi todos los temas sobre los que he escrito.

Muchos entienden la alquimia como una protociencia, pero va mucho más allá.

Es una compleja interpretación de nuestro universo y su fenomenología a nivel físico, filosófico y espiritual. Se trata de una disciplina que traza líneas obligadas entre la interacción de la materia con la comprensión misma de los aparentes hilos de la realidad, enseñándonos así a entendernos a nosotros mismos.

Esta escuela, que aún existe hasta nuestros días, tuvo necesariamente que construirse durante siglos (o milenios, dependiendo a quién le preguntes) para alcanzar su estado actual. Entonces, estudiar su historia nos daría luces más claras sobre sus principios y el contexto en que nacieron.

Y hoy hablaremos justamente de esto. Comencemos.

Una Breve Historia de la Alquimia Primitiva

Es una tarea difícil datar los principios de la alquimia antes del antiguo Egipto. Si bien podríamos tener razones para pensar que sus raíces proceden de fuentes anteriores, al ceñirnos a la evidencia arqueológica pareciera ser que esto es tan atrás como podemos comprobar.

En mis propias investigaciones para una conferencia sobre los orígenes de la alquimia, encontré a un muy riguroso autor abordando este tema. A. J. Festugiere, en su libro de 1944, ‘La Révélation d’Hermès Trismégiste’, propone que los hallazgos arqueológicos podrían apuntar a que su nacimiento se encontraría en el antiguo Egipto, en los años inmediatamente anteriores al 200 A.C.

En esta época podríamos ver a la alquimia como una tecnología simple. Existían talleres sacerdotales dedicados a la fabricación de joyas, cristales y tintes, y esta conexión a la religión nos da cuenta de la relación ya trazada entre la transformación de la materia, con la de la mente y/o el espíritu.

Esta relación no es la única, pues en el conocido Papiro de Leiden y Estocolmo, se habla directamente de los procesos para imitar a la naturaleza, proponiendo incluso la creación del oro y plata artificiales. Estos dos últimos serían de vital importancia en la alquimia renacentista, y el primer planeamiento sería abordado a profundidad por Aristóteles.

Pero es en esta misma región, algunos siglos a futuro, en que la alquimia se desarrollaría sin cesar. Y en la Alejandría de alrededor del siglo tercero, nacería una mujer que forjaría muchos de los conceptos que sobreviven hasta nuestros días.

Las Contribuciones de Cleopatra, la Alquimista

Como hemos visto en anteriores entregas, los símbolos tienen una longevidad que sobrepasa la del lenguaje. Es por esto que muchos han subsistido durante casi toda nuestra civilización y son tan ampliamente estudiados en Ordenes como la Masonería, el Rosacrucismo o el Martinismo. En el caso de estas tres últimas, muchos fueron directamente extraídos de la alquimia.

El ouroboros, la serpiente que se muerde la cola, es definitivamente uno de los más importantes y más asociados con los estudios alquímicos.

Su significado y aplicabilidad son enormes. Nos habla de la naturaleza cíclica, mecánica e infinita del universo. Sí, incluso antes de entender la relación del Big Bang y el Big Crunch, o incluso la cadena alimenticia, este concepto poblaba estos manuscritos.

El ouroboros funciona también como una alegoría a varios principios alquímicos, aparentemente nacidos por la observación de la gestación embrionaria y los intentos por comprender y desarrollar métodos que permitieran aplicar esto a nuestro entendimiento y perfeccionamiento personal y exterior.

La misma idea de la Piedra Filosofal pudiera desprenderse de aquí, así como los primeros intentos por establecer unidades de medida universales para tamaños y pesos. A la ciencia convencional le tomaría más de diez siglos alcanzarlo.

Y todo esto, en una inmensa medida, fue planteado, explicado, estudiado y curado por no otra persona que Cleopatra, la Alquimista. No faltan razones para considerarla una de las mentes más brillantes de su época.

Cleopatra, la Alquimista

Mucho de cuanto conocemos de ella se basa en fragmentos de textos, ampliamente reconocidos por sus pares de la época. Mucho de cuanto produjo con toda certeza se ha perdido.

Si te lo estás preguntando (aunque probablemente lo dedujiste por su siglo de nacimiento), no es la misma Cleopatra VII, gobernadora Egipcia. De hecho, tampoco se llamaba Cleopatra, al ser este un pseudónimo.

Tanto su nombre como periodo exacto de vida son un misterio, pero es aceptado que tuvo que haber vivido entre los siglos tercero y cuatro de nuestra era, probablemente en Alejandría. Además podría haber sido parte de la escuela de María, la Judía, figura quizás real o mitológica, quienes muchos afirman fue la primera mujer alquimista.

La importancia de esto último no puede ser subestimada, ya que María describiría procesos alquímicos que marcarían completamente nuestra idea de esta escuela: La leucosis y la xantosis.

Si antes de esta época la alquimia estaba en el camino entre el sacerdocio y la artesanía, es gracias en muy gran parte a María y Cleopatra que los procesos protocientíficos darían un salto radical. Ahora existía un enfoque en la transformación de la materia y su medición a niveles muy avanzados para sus días.

No en vano muchos dirían que fue Cleopatra quien tomó este conocimiento técnico tan adelantado, así como sus propias investigaciones sobre la crisopeya, para ser la primera alquimista en alcanzar la codiciada transformación de la materia en oro.

¿Fue este el oro vulgar? ¿El oro filosófico? Probablemente nunca lo sabremos. Pero estas mujeres, en especial la gran Cleopatra, fueron la cúspide de la innovación e investigación alquímica de sus días.

Nunca debemos olvidarlo.

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