Ozymandias Estatua

Percy Bysshe Shelley, poeta romántico inglés, escribiría un soneto destinado a trascender. Desde la cultura popular hasta la filosofía política, Ozymandias es una de sus obras más importantes e influyentes. Pero, ¿Por qué? ¿De qué se trata?

Quiero comenzar mencionando que este poema es una de mis obras escritas favoritas. Es, además, una de las que más he revisitado en diferentes momentos de mi vida y que siempre disfruto al verlo de distintas maneras.

Ozymandias es una representación del estilo sobre la forma convencional de su época, así como la crítica mordaz al servicio de la belleza. Es poesía que nos habla de la historia de la humanidad y de su futuro. Del tiempo implacable, de nuestras ideas de grandeza y legado. ¿Cómo más se podría expresar esto si no es desde el arte? ¿Qué otro medio, si no la poesía, habría podido darle voz a Ramsés, el Grande, para luego darle su lugar en al silencio?

Ozymandias, el Soneto

Conocí a un viajero de una tierra antigua
que dijo: “Dos enormes piernas pétreas, sin su tronco,
se yerguen en el desierto. A su lado, en la arena,
semihundido, yace un rostro hecho pedazos, cuyo ceño
y mueca en la boca, y desdén de frío dominio,
cuentan que su escultor comprendió bien esas pasiones,
las cuales aún sobreviven, grabadas en estos inertes objetos,
a las manos que las tallaron y al corazón que las alimentó.

Y en el pedestal se leen estas palabras:
‘Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes:
¡Contemplad mis obras, poderosos, y desesperad!’

Nada queda a su lado. Alrededor de la decadencia
de estas colosales ruinas, infinitas y desnudas
se extienden, a lo lejos, las solitarias y llanas arenas.”

Percy Bysshe Shelley

Ramsés II, Rey de Reyes

Para comenzar a entender esta obra, que si bien puede no ser extensa en tamaño, pero sí lo es en contenido, es debido tener un poco de contexto.

Ozymandias es el nombre griego del faraón de la dinastía XIX, Ramsés II. También conocido como Ramsés, el Grande, gracias a su inmenso poder político, militar y urbanístico. Su nombre es una derivación de Ra, dios solar (y puedes tocar aquí para leer el artículo que escribí sobre el simbolismo del Dios Sol).

Hablar de Ramsés II es hablar de legado. No necesariamente por las razones que el faraón hubiera deseado, cuando quien habla de legado es Percy Bysshe Shelley, como podemos notar. Pero la cantidad de monumentos, templos y proyectos arquitectónicos en general, da muestra de cómo intentó, a toda costa, dejar una marca permanente en Egipto y la humanidad.

Su poder y ansias de grandeza alcanzaron límites tan altos, que no dudaba en llamarse a sí mismo ‘Rey de Reyes’, título que podría explicar su uso posterior por parte de los Israelitas para su Dios. Un ejemplo muy ilustrativo de cómo se veía a sí mismo sería la siguiente inscripción que dejó, en la cual se basó el autor para escribir el poema que hoy tratamos.

Reza así:

“Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes. Si alguien desea saber cuán grande soy y dónde yazgo, que supere alguna de mis obras.”

Irónicamente, para el momento en que estas palabras serían redescubiertas, tal como lo dice el soneto que nos ocupa, estas obras serían parte de mares interminables de arena. El mensaje es entonces claro y pasaremos a hablar de ello.

Ozymandias, la Realización y lo Perecedero

A todos los niveles, tanto sociales, como económicos o incluso espirituales (he aquí mi razón para traer este tema a ElVerbo), se nos enseña a medir nuestra valía en términos de logros.

Como si se tratara de una carrera de coleccionismo, muchas veces tratamos nuestra vida como una secuencia de cosas por obtener. Una carrera, un título, un trabajo, una casa, un auto, se nos enseña que la grandeza se alcanza a través de las cosas que construimos, dentro de lo socialmente esperado.

Sería innegable que Ramsés II alcanzó el éxito en lo que se propuso. Hoy en día, siglos después de su partida, seguimos estudiando y sorprendiéndonos del poder político y social que amasó. Pero incluso los grandes edificios y templos que levantó, hoy están cubiertos por la arena.

¿Crees que los logros que consigues sobrevivirán al implacable tiempo?

El Viajero

Lo que Percy Bysshe Shelley hace a través de este poema es poner en perspectiva nuestras ideas de poder y legado, y lo pequeñas que son en el gran esquema de las cosas. Es un golpe fuerte, audaz y hermoso, no sólo hacia la sociedad de su momento, sino a la actual, a la futura y a nuestras propias expectativas personales.

Todo legado es perecedero. Es transitorio. Así como el viajero que narró estas palabras, sólo está de paso. Al final, sólo lo realmente trascendente sobrevive al tiempo. Y puede que lo realmente trascendente no sea lo que se nos ha enseñado.

O podría ser que nuestro orgullo sobreviva a nuestras obras.

El autor no sólo deja esto en claro a través de las palabras, sino de su estructura. Es una metaalegoría, pues su texto es en sí mismo un edificio perfectamente construido.

Te invito a que lo leas nuevamente. Si pudieras hacerlo en su idioma original, inglés, sería aún mejor.

Ozymandias y la Belleza al Servicio de la Sabiduría

Este es un poema exquisito. Ninguna palabra (exceptuando conectores) se repite durante toda su extensión. La forma en que fluye es cuidada, delicada y tan meticulosamente organizada, que sigue siendo estudiada hasta la actualidad.

Su estructura se divide en tres pilares, tres párrafos. En el primero existe un balance perfecto entre las palabras que referencian lo duradero con lo perecedero. Es un contraste continuo, en el que sus figuras van y vienen hablándonos de lo importante y lo superfluo, en un equilibrio inquietante.

Por el otro lado, su segundo párrafo es una alusión directa al orgullo, a las ideas de poder, de grandeza, de supremacía… que inevitablemente derivan en un tercer párrafo que nos habla, de forma casi irónica, de la vergüenza resultante de la mezcla de estas ideas con el tiempo.

Ozymandias nos habla de la fuerza, a través de su figura principal; la belleza, a través de su cuidada e impecable forma; y de la sabiduría, gracias a su contundente mensaje sobre lo que somos, lo que deseamos y lo que conseguimos.

Son estas las tres columnas sobre las que los más grandes templos se han levantado. Templos que trascienden la piedra y, contrario al autoproclamado Rey de Reyes, han ido más allá de lo tangible para ser eternos.

Siempre que leo este poema pienso mucho sobre mi vida. Hoy quería compartirlo con ustedes.

Finalmente, recuerda que si quieres ver mis otras publicaciones sobre Masonería y temas afines, puedes tocar aquí para encontrarlas en Instagram.

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