Simbolismo Solar

‘Simbolismo solar’ y ‘El Dios Sol’ son dos términos que uso en mi día a día, tal vez más de lo que sería normal admitir. Subiré ahora la apuesta, contándoles que soy una persona que no profesa ninguna religión, ni está particularmente interesada en el mundo del dogma.

Pero entender la importancia del culto al sol, a través de una multitud de civilizaciones durante toda nuestra historia, no se trata de religión. La religión es apenas la punta del iceberg. Se trata de entendernos a nosotros mismos, como humanos, desde los arquetipos que hemos adorado por milenios.

Pues, contrario a lo que muchos piensan, adorar al sol, para las culturas más tempranas, no fue un acto de capricho, superstición o ignorancia. Fue un primer paso hacia el conocimiento. 

El Simbolismo Solar y Dios

Primero tenemos que entender la idea de Dios como algo más grande que un hombre barbado sentado sobre una nube.

Tenemos que entenderlo como la conceptualización de un principio creador, como la concepción de un inicio desde el cual parte la vida y nuestras posibilidades mismas de supervivencia, para lo cual el factor de consciencia sería menos importante que el factor puramente creador.

¿Puedes pensar en muchos otros ejemplos, aparte del sol, para las culturas primigenias? Bueno, sí, sé en qué estás pensando. Pero ya llegaremos ahí.

Lo que hoy en día podemos explicar como principios científicos, desde la fotosíntesis de las plantas, hasta el mismísimo viaje de las ondas-partícula de luz por miles de kilómetros desde una estrella ardiente hasta la pantalla de nuestro celular, que efectivamente es la razón inequívoca por la cual tenemos, bueno, vida, fue una idea acertada que nació desde la época de las cavernas, aún si aquello hubiera venido de un acto de fe.

Entender la vida y su principio es el primer paso para entender la muerte, y ambas cosas llevan a conceptos tan avanzados como lo es la propia existencia. Pero, además, la concepción cíclica de la aparente trayectoria solar, dio tantas y tan profundas enseñanzas a las antiguas civilizaciones como los filósofos que aún no llegaban al mundo.

Gracias al sol. Llegaban al mundo gracias al sol. ¿Ven? Y eso que yo prefiero el clima frío.

Aún más allá

La observación del sol y el subsecuente estudio de los demás astros visibles fue tan imperecedero, que incluso no sería aventurado asumir que los doce apóstoles de Cristo eran doce, y no trece, u once, como alusión directa a las doce constelaciones principales, alrededor de un Dios sol (Cristo, claro) destinado a morir, para dejar el mundo en oscuridad, pero con la promesa de regresar tras un ciclo trinitario y dar luz al mundo.

Esta última razón es por la que, a nivel personal, no me afilio a la idea de asociar a Cristo con un Dios terrestre, o cornudo, como muchos lo hacen, sino como una manifestación de una misma deidad solar, o incluso como una emanación de la misma, si quisiéramos irnos por la vía Neo-Platónica. Pero podemos continuar, dejando este punto a la discreción del lector.


Y no, antes que alguien lo mencione, la importancia de las constelaciones y los astros va más allá del horóscopo de Instagram, y deriva en complejos sistemas de calendario que permitieron la subsistencia de generaciones enteras gracias a una agricultura en evolución.

Ahora podemos ver que lo importante no es el dogma asociado, sino el conocimiento ahí plasmado, con usos prácticos pero imposible de separar de las condiciones culturales, ideológicas y teológicas de la época. La religión, de nuevo, es sólo la punta del iceberg.

… ¿Y después de las cavernas?

La evolución desde las escuelas de misterios de la antigüedad hacia sociedades e instituciones emergentes, como el Rosacrucismo o la Masonería (de la cual escribí en este otro artículo), retomó el estudio de estas prácticas solares, vistas desde el paganismo hasta las religiones más organizadas, entendiendo que, de una forma acorde a los tiempos en que nacieron, representaban un temprano estudio de la naturaleza.

Ahora, aquí es importante entender que la naturaleza iba más allá del entorno inmediato, o incluso el celeste, y el culto, adoración y estudio del sol y sus comportamientos visibles, es una pieza fundamental para lograr hitos clave como la medición del tiempo, tanto del día como de sus estaciones.

Pero, ya que no podemos relacionar las cosas nuevas que aprendemos o descubrimos, a cosas que aún no conocemos, la humanidad tuvo la tendencia de llenar al sol de otros atributos, semejantes a los propios.

Es aquí cuando entran las ideas de la creación activa, pasiva, masculinidad, feminidad y la asociación de todos esos conceptos al sol y a la luna.

¿Simbolismo Solar como Simbolismo Masculino?

El heliocentrismo en la humanidad varió desde el evidente, como la adoración directa al sol, hasta el no-tan-evidente, es decir la adoración a figuras que, de alguna manera, lo representaban.

Muchos afirman que este fue el inicio del monoteísmo, y con los temas que hemos ya tocado en este artículo, podría hilarse el por qué. El antiguo Egipto sería un caso muy ilustrativo de esta tendencia de mutar el politeísmo a un sistema más organizado en torno a una figura solar.

El Judeo-Cristianismo siguió la misma lógica, al punto que es común en las representaciones pictóricas ver aureolas, claramente solares, alrededor de santos cristianos y católicos, y esta misma concepción de una deidad central, que da luz al mundo y tiene… comportamientos… masculinos.

Es el elefante en la habitación, ¿verdad? Sé que ya lo venías pensando. Pero, calma, ahora veremos por qué Dios nació mujer.

Simbolismo Solar vs Simbolismo Lunar

Relacionar el principio creador activo con el que se entendía el sol (en contraposición al principio creador pasivo de la luna) con la masculinidad o la sexualidad masculina, es una simplificación burda, de la cual aún, lastimosamente, son muchos quienes pecan.

La verdad, como siempre suele ser el caso, es más compleja que la aparente y falaz dualidad.

Mientras muchos vieron, y ven, la contraposición del sol y la luna como la del hombre y la mujer, olvidan que estas son apenas descripciones superficiales de fenómenos y conceptos que van mucho más allá.

La alquimia, una de mis ramas favoritas, se encargó de estudiar estos temas por siglos y los volvió el pilar fundamental alrededor del que su filosofía giraba. O gira. Sí, es filosofía, más que una proto-ciencia, pero eso lo veremos en un siguiente artículo, lo prometo.

En sus estudios, particularmente durante la retoma de la alquimia renacentista, ya entendían perfectamente que La Gran Obra (o, la finalidad última de la humanidad) era una mezcla perfecta de lo masculino y lo femenino, algo completamente andrógino, y que cada persona, siempre, cuenta con ambos polos constantemente en su vida.

Estos eran El Oro de los Filósofos, representado por el sol, y La Plata de los Filósofos, representada por la luna.

El Principio Creativo en el Simbolismo Solar

Así como hemos mencionado a la alquimia y su visión de la necesaria unión del alegórico sol con la alegórica luna, como una clara evolución de la adoración primitiva a estos cuerpos celestes hacia una visión más filosófica y concreta, debemos ahora citar a su contraparte teológica.

La Cábala.

Aún siendo una forma del Judaísmo (es decir, una religión monoteísta sucesora de estos comportamientos de adoración solar de los que ha tratado este artículo), la Cábala hace la misma alusión a la necesidad de la unidad entre lo que nuestro primitivo cerebro entiende como masculino y femenino.

Es tanto así, que el factor creativo de Dios, al que es siempre referido en este contexto como la Shekhinah, es conceptual y eminentemente femenino.

Lo anterior es una muestra clara de cómo el simbolismo solar trasciende la sexualidad, el género, y cómo ha ido evolucionando, al mismo tiempo que lo ha hecho nuestra sociedad.

Si quieres leer un poco de lo que escribí sobre la Shekhinah, puedes tocar aquí y ver mi post de Instagram al respecto.

Hemos entonces repasado una de las bases de nuestra sociedad. Una idea tan antigua que se funde en las columnas (verticales, como los rayos del sol) de nuestra civilización. Y, tal vez, continuar este estudio, nos hable más sobre nosotros mismos que sobre la estrella que ha permitido la vida en la tierra.

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